Teoría de la gravedad 2

III

Un par de siglos antes, en 1435, a sus 25 años, Alonso Fernández de Madrigal, más conocido como “Tostado”, escribía el Libro de las Paradojas. Alonso era un clérigo español, académico y escritor. Estudió teología, derecho, artes y filosofía, conocedor del latín, el griego y el hebreo, lo que le permitía escribir sobre las traducciones de los libros bíblicos.

De saber lo mismo de él que sabemos de Isaac y René, este sería un ensayo distinto. Por supuesto, no es en absoluto una presentación de Tostado, sin embargo, en función de esta idea de cinco páginas, me valgo de una pequeña frase de uno de sus tantos libros. Para valerme de eso es que ahora saben ustedes de Tostado.

Uno de sus libros, Libro de las diez questiones vulgares propuestas al Tostado, e las respuestas e determinación dellas sobre los dioses de los gentiles e las edades e virtudes, es el primer tratado de mitología que se escribió en español. Es una suposición atrevida, pero podría decirse que en Tostado, de entre las escuelas del clero español; germinó un impulso por cuestionar; suerte, pues debido a su conocimiento, tenía las herramientas para hacerlo. Sin embargo, la iglesia tiene bajo su protección incluso la duda de sus clérigos.

Teniendo como referencia Comentario al tratado sobre el Regimiento de los Príncipes de Egidio Colonna, otro de sus libros, en el Libro de las Paradojas introduce al lenguaje un cambio de significado fundamental para la filosofía y para la lengua española. En el libro se resignifica la palabra real, hasta entonces utilizada únicamente para nombrar lo relativo a la realeza; se encuentran 20 ejemplos de real, ya no con el sentido “relativo al rey” sino más bien “que tiene existencia efectiva”.

Una referencia más que fortalece mi suposición atrevida, además de las anteriores, es el uso del género en latín como categoría social y, si se quiere, política, también en el Libro de las paradojas, en el que trata de explicar la traducción del libro de Juan el Bautista, categorizándolo en el género femenino, diciendo que “del género de las mujeres no hay mayor perfección que la de Juan el Bautista”; lo que compara a Juan con la perfección de Miryam –madre de Jesús- pero, a la vez, lo libra de la categoría femenina a la que ella pertenece, por simple antonomasia, así es posible la comparación de ‘perfecciones’ entre los dos, sin ser necesariamente posible la comparación literal.

El punto es que Alonso Tostado era un estudioso de la palabra, como es evidente ahora. Por lo que encuentro particularmente interesante la frase que, de todas, tiene pertinencia real en este, nuestro asunto.

En 1437 se leyó por primera vez la palabra gravedad en un texto:

et esto se prueba ca el pecado mortal actual es mayor culpa et gravedad que el pecado original”

Recordemos el número I de este corto ensayo: gravitas significa peso. No tengo que ir muy lejos para ver que en gravitas se anida también el nacimiento de grave, palabra latina que, incluso en traducciones bíblicas en el septuaginto, denotaba el peso del espíritu.

Este es el cruce fundamental del texto. Gravedad, como la utiliza Tostado refiere un estado de peso del espíritu que se adquiere con lo que él llama pecado mortal -sin importancia para este texto- y que consiste en un crecimiento hacia los lados, en un ensanchamiento del espíritu que lo hace más pesado. Ahora bien, revisemos la definición de anchura:

Ancho y –ura.

f. En una superficie, su dimensión

considerada de derecha a izquierda o de

izquierda a derecha, en contraposición a la

considerada de arriba abajo o de abajo

arriba.1

Esto implica en ensanchar un movimiento en el eje X del plano cartesiano, también en el eje Z, el nombre de la línea diagonal que aparecería después para denotar la tercera dimensión -profundidad-.

Tostado, no sabemos de cierto, sugiere sin intención que la gravedad se manifiesta en un movimiento hacia los lados, en el eje X, todo lo contrario a lo que, después, propondría Newton con su teoría de la gravedad. Por supuesto ¿cómo pudo saberlo sin haber pensado nunca en el plano cartesiano? Y también, ¿cómo habría de saberlo Newton, o Descartes, si nunca aprendieron español?

1 Real Academia Española de la lengua. Versión web vía http://del.rae.es/srv/fetch?=2XiMo8Y

Valentin Santos
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