La bestia en la jungla

Texto para la exposición de Breyner Huertas, “Sin novedad en la noche”, Museo La Tertulia, Cali, 2017

El espacio de la escritura en el escritor
El espacio de la escritura afuera del escritor
El espacio del escritor en la escritura.

La bestia en la jungla es una novela corta de Henry James, profundamente psicológica, acerca de un hombre a quien no le ocurre nada, exactamente nada; sin embargo este hombre está convencido, durante toda la historia, que algo trascendente le va a pasar:

Algo se ocultaba, acechándole, entre el ir y venir de los meses y los años, como una bestia agazapada en la jungla. Poco importaba si la bestia agazapada estaba destinada a matarle o a morir. El punto decisivo era el inevitable salto de la criatura”.

El espacio de esta exposición, el espacio de este texto (de un texto), se piensa como un puente o como espacio entre dos momentos, un antes de tener una historia y el después de imaginarla; una ficción aún no dada, latente, en acecho. Un puente entre tener y no tener algo qué contar, un vínculo entre el suelo y el techo, entre lo salvaje y lo doméstico, entre lo espiritual y lo carnal… (1); un lugar de paso entre un personaje anónimo y una persona familiar. La excusa no comprometida de un escritor o la encarnada razón de ser de un misionero que se pierde en la selva.

El cubo blanco podría ser rotativo, levemente asimétrico y transitorio como el espacio entre el eje y la rueda. Hiato.

Existe una necesidad de concebir dos puntos contrarios (una trampa binaria), así no correspondan recíprocamente, para crear una perspectiva y poder pensar en un momento que es lugar a la vez: como la cama y el despertar, el diagnóstico y la revelación, el crimen y el castigo o el rugido y el grito, o el grito y el silencio.

Todo sucede dentro del escritor. No pasa nada. Las mejores historias están siempre por escribirse.

-¿Por casualidad me lo pregunta porque siente que su curiosidad no está siendo visiblemente recompensada? Quiero decir, por tener que esperar tanto tiempo. Comprendió muy bien lo que ella quería decir. ¿A que suceda la cosa que nunca sucede? ¿A que salte la bestia? No, mi actitud respecto a eso no ha cambiado. No es un asunto en el que pueda elegir o decidir un cambio. No se trata de algo que pueda ser alterado. Está en manos de los dioses. Y uno está sujeto a sus propias reglas: así es como se está. En cuanto a la forma que tomen esas reglas y el modo en que actúen, es asunto de ellas.

La bestia en acecho baila en una especie de éxtasis de la espera, sobredosis de expectativa y goce de un deseo proyectado más allá del horizonte, durante un momento en que el cálculo se distorsiona a pesar de ser crucial: calcular el salto, el zarpazo y la palabra es muy importante, pero la paradoja está en que precisamente en ese momento las capacidades de cálculo están alteradas (por el hambre o alguna emoción); el escritor y la bestia se han preparado en vano, el momento del acecho desajusta sus aptitudes; en aquel instante medir la distancia no es un cálculo sino una línea de fuga probable entre mil: una decisión que toman las células y que no alcanza a llegar a la cabeza. Sin embargo, en este instante (que puede durar indefinidamente, como vemos en la historia de Henry James) la bestia y el escritor poseen en plenitud su propio pasado y su futuro, son atravesados y a su vez atraviesan:

Todo lo que habían pensado, al principio y al final, rodaba a su alrededor; el pasado parecía haberse reducido a una mera especulación estéril. En realidad, le parecía que aquello era lo que colmaba el lugar: la simplificación de todo, excepto del estado de alerta. Solamente quedaba eso, colgando en el vacío que lo rodeaba. Incluso su miedo inicial, si había sido miedo, se había perdido en el desierto.

Una píldora roja y una píldora azul.

Quizá el espacio de la escritura en el escritor sea precisamente el momento en que dos contrarios se tocan sin dejar de ser contrarios (éxtasis de la espera) y que por condiciones adversas se acercan hasta casi ser lo mismo y a la vez opuestos. Un estado sin perspectiva ni puntos de referencia. La línea de fuga que sale de la figura y luego entra con más fuerza, al igual que alguien que pasa de una trinchera a otra en pleno fuego enemigo o el niño que en pleno juego sale de su seguro y corre hacía otra base para no ser alcanzado.

Deambulaba por una existencia que de forma extraña se había hecho más espaciosa, y deteniéndose a intervalos, en lugares donde la maleza de la vida le parecía más tupida, se preguntaba con ansiedad, inquiría secreta y dolorosamente si habría estado al acecho aquí o allí. Hubiera saltado de todos modos; lo que por lo menos estaba íntegro era su fe en la verdad de la certidumbre que se le había ofrecido.

“Henry James (1843-1916)

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  1. Un puente entre el día y la noche, lo salvaje y lo civilizado, la tierra y el cielo; un enlace entre lo vivo y lo muerto, entre un cura y un escritor, entre la ficción y la verdad, entre ayer y mañana, entre todo y nada, entre lo perverso y lo correcto, entre dios y el diablo, entre la pesadilla y el sueño, entre el sueño y la vigilia, entre el escritor y el lector…

 

Breyner Huertas
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