Éxito académico

Reseña acerca del foro académico realizado en el marco de la edición #13 de la Feria de arte contemporáneo ARTBO en Bogotá, Colombia.

Pablo Helguera y Coco Fusco, al comienzo de Relaciones públicas. ArtBo, Corferias, 26 de octubre de 2017

El actual perfil del campo artístico de Bogotá y su resonancia en el resto de Colombia depende en gran medida de que en la ciudad funcionen dos instituciones ideológicamente cercanas (una poderosísima; la otra, menos). Se trata de su Feria de arte (fuertemente respaldada desde la alianza de comerciantes de la ciudad) y de la colección del Museo Miguel Urrutia (asociada más por afinidad administrativa que eficaz con la banca central). Para algunos, es tan potente la actuación de estos dos entes juntos que de sus iniciativas o traspiés depende en gran medida lo que suceda en el arte contemporáneo del país.

Se trata de dos organismos liberales (en el sentido de eludir coherente y sostenidamente la regulación pública), orientados por duraderas Juntas directivas establecidas a nivel gremial. Para comprender mejor su rango de influencia se les puede contrastar con otras instituciones de tamaño similar (y peor gestión): un Ministerio de Cultura en-desfinanciación-constante o un Instituto Distrital de las Artes cada-vez-más-desdibujado. Al contrario de las primeras, estas han optado por la (auto)minimización mediática y el abandono en la oferta de modelos de gestión que balanceen la foto. En la instantánea resultante, todos los actores de este campo artístico quedamos del lado de las organizaciones privadas (o aspirando a crear una, o dos).

Así mismo, colección y feria, no descuidan su aspiración al mundo académico. Si bien, la selección de artistas jóvenes en ArtBo ya condiciona la producción de las generaciones universitarias en formación, también están los eventos de bajo interés comercial. Mientras desde el Miguel Urrutia presenta la Cátedra Internacional de Arte, ArtBo posee su Foro. Por lo mismo, resulta interesante notar las dos coincidencias de este año: 1.- la semana en que cerraba la Feria se inauguraba la XIX versión de la Cátedra, 2.- uno de los invitados del primer evento era personaje central del segundo. Por supuesto que se trata de reducción de costos; sin embargo, lo que interesa aquí no es tanto la omnipresencia de Cuauhtémoc Medina en Bogotá (o sus efectos, ¿una franquicia de Kurimanzuto?), como que hubiera hecho parte del mejor foro académico que se ha programado en la historia de la Feria hasta ahora.

Para comenzar, hay que coincidir con el teórico Halim Badawi cuando destaca que “en [las ferias de] los países latinoamericanos los programas educativos son necesarios para formar nuevos públicos más sensibles frente al arte contemporáneo (que tantas resistencias sociales genera) y para construir mercado (que en nuestros países es aún incipiente).”  También hay que recordar que, hasta este año, todos los foros de la Feria de Bogotá habían sido la materialización de un desgaste continuado. Parecían elementos estructurales ubicados extra-organigrama, programados por obligación o simplemente abandonados, como  si se tratara de un lastre inmanejable. Además, para ingresar a ellos -si se quería perder el tiempo de la peor manera-, había que pagar el alto costo de la boleta de ingreso. Por lo mismo, se les percibía como relleno, oportunidad de viaje para curadores y teóricos en ciernes o la demostración abierta de ejercicios de dominación (en la versión 2016, durante este evento, Natalia Valencia, curadora nativa en plan turista agredió a Ana Montenegro, artista local, interrumpiendo su performance en plena realización para arrebatarle la pequeña dosis de visibilidad que, sentía, le estaba quitando.) Al contrario de todo eso, este año pasó lo impensable: el evento fue gratuito y sustancioso.

Bajo la dirección de Pablo Helguera y con el patrocinio de la antioqueña Celsia, se organizó Relaciones públicas, un encuentro de especialistas calculado para parecer todo menos un show-académico-para-feria-de-arte (de hecho, para una feria de arte organizada en un país-en-postguerra civil). De entrada, resultó de interés notar que su coordinación no se preocupó por establecer una genealogía local de la censura (que Colombia necesita, y bastante), como la de “comprender y reflexionar acerca de ciertas controversias, debates y polémicas que se han suscitado en el mundo del arte en los últimos meses”. En este sentido, se trataron asuntos como el modo correcto -o la dificultad de establecer un “modo correcto”-, de representar y exhibir los resultados del abuso de poder en Estados Unidos (Coco Fusco, El problema es la censura, no el cuadro; Dread Scott y Steven Henry Madoff, Cuestionando y propulsando la historia), el debate suscitado por la obra La Promesa, de Jill Magid en el MUAC (Cuauctémoc Medina, ¿Profanación o autocensura?); la producción de ciclos de señalamiento e indignación en el campo artístico costarricense (Guillermo Vargas “Habacuc” y Sergio Villena, Amplificación y distorsión); el diseño y el efecto de la polémica bajo el imperio de las redes sociales (Rosa Olivares, Hrag Vartanian, Jaime Iregui); y una reflexión final sobre el futuro de la administración cultural, la gestión de colecciones, el diseño de investigaciones curatoriales y  la re-evaluación del rol del museo en la actualidad (Irmgard Emmelhainz, Gabriela Rangel y Víctor Albarracín, Réplicas y reflexiones). Un contenido que envidiaría cualquier evento estrictamente académico en cualquier semi-universidad de cualquier ciudad de subcontinente colonizado.

En realidad, un motivo de optimismo que debería llevar a pensar por las consecuencias de la realización de eventos similares en contextos parecidos. Es decir, ahora que desde la Feria de Bogotá se ha comprendido que ese nicho que se le escapaba (o que la miraba con envidia o desprecio o resentimiento), está dispuesto a recibir de buen agrado sus invitaciones cuando le propone algo interesante, ¿qué se le queda por fuera? Es decir, ArtBo ya tiene sección para artistas mayores o muertos, sección juvenil, sección libros, sección intervenciones, Escuela ArtBo, Fin de semana ArtBo, premios patrocinados y, a partir de este año, un foro de calidad. De ahí que quepa pensar si las otras ferias se dedicarán a programar charlas de divas académicas durante octubre (dudoso, pero deseable) o si, tal como han hecho desde las direcciones del Ministerio de Cultura de Colombia o IDARTES, las universidades se replegarán, desentendiéndose de la necesidad de trabajar por difundir más que cohortes de egresados. Dudoso, pero posible.

Guillermo Vanegas
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